El Penacho de Camarena
Todos somos luz
Cuando Gonzalez Camarena inventó el Adaptador Cromoscópico para Aparatos de Televisión le dió color al mundo y propició el nacimiento de la Sexta Raza.
─ ¡Félix!, ─ gritó el gabinete de bronce que era mi amigo detrás del volante.
─ No hay tiempo Arnulfo, el dispositivo activó la cuenta regresiva ─ contesté, mientras mis dedos como alambre de cobre se soltaban del tablero del auto obligándome a rebotar.
─ ¡El maldito ruido Félix!, ¡Me está volviendo loco!. ─ Un foco del artefacto dibujaba nuestras siluetas en palpitante luz roja sobre la cabina en penumbras.
─ Si no llegamos al volcán antes del amanecer el mecanismo colapsará!─ exclamé viendo que las manecillas del cronómetro marcaban 3:14:16, en el 0:0:0 un Sol advertía el amanecer.
─ ¡Algo no está bien Félix¡, la policía escolta a estos Güeros, ¿Quiénes son, la “CIA”, el FBI?.
Dijo Arnulfo jaloneando su pelo negro mientras manejaba en sentido contrario sobre Reforma.
─ No puede ser, la NASA siempre estuvo en contacto con El Ingeniero. ─ alerté mientras chocábamos de lado con un motociclista, destellando su pistola en la negrura. Mi cuerpo como bolsa de papel chocó con la corpulencia de Arnulfo y casi perdemos el dispositivo.
─ Pinche flaco, hubiéramos ganado tiempo en el Continental si no pesaras 60 kilos y supieras defenderte ─ me reclamó Arnulfo mostrándome sus dientes con los ojos entrecerrados.
─ Por algo me mandó la llave de su locker, ─ agregué ignorando el comentario ─ si no lo guardó en su laboratorio es porque sabía que lo estaban vigilando.
─ Rusos, Alemanes ó Gringos, desde aquí no veo la marca de sus balas.
─ ¡Cuidado! ─ grité mientras Arnulfo frenaba bruscamente para esquivar una patrulla que trataba de cerrarnos el paso, Arnulfo giró repentinamente y salimos de la trampa policial.
Yo trataba de comprender el funcionamiento del dispositivo, leyendo una y otra vez los diagramas de Camarena, en el casco estaba la clave, eso lo sabía, pero el tiempo no estaba de nuestro lado, la persecución nocturna me dificultaba su comprensión, iluminado solo con una lámpara de baterías, el movimiento del auto era tan brusco que no podía concentrarme.
Arnulfo se aferraba al volante del ruidoso auto, mientras alumbrábamos las nocturnas calles de la ciudad de México a punta de balazos.
Unas horas antes habían dejado un sobre manila en mi escritorio de la facultad, dentro la llave de un locker del Club Continental, una hoja membretada de los laboratorios “GonCam” con las coordenadas del Volcán Iztaccíhuatl, y un simple “Buena Suerte Muchacho” firmado por la característica pluma fuente del Ingeniero Camarena.
Cuando encontré el aparato escondido en el locker, creí que el Ingeniero estaba demente “Dispositivo Analógico Mexicano para la Adquisición de Nutrimentos” ó por sus siglas en inglés, “MAN-Ad”, “Mexican Analogic Nutrition Acquiring Device”, así rezarían los documentos para obtener los derechos industriales que nunca mandó. Un Casco de bulbos de cristal, me recordaba un penacho prehispánico, aunque era de entenderse, al Ingeniero siempre le había gustado la historia de México; se colocaba en la cabeza al estilo del Guerrero Mexica.
Los diagramas y fórmulas matemáticas mostraban como el lóbulo frontal absorbía y transformaba la energía de fotones y electrones provenientes de las ondas solares.
¿Qué rayos era esto?, Un invento de esta magnitud sería un cambio radical en nuestro sistema de creencias, “Nutrición sin alimentos”, “Fotosíntesis Humana”, “Energía Sustentable”, sus aplicaciones serían infinitas. El Ingeniero era un revolucionario, tal vez se contravenía con alguna corporación, incluso con la agenda de algún gobierno hiperdesarrollado.
¿Por eso su accidente en Veracruz?, ¿Estarán estos Güeros trajeados detrás de todo esto?
La prensa nacional solo informó que su auto se había estrellado en “La sierra de las Lajas” regresando de la antena repetidora del Canal 5, una muerte sospechosa si me lo preguntan.
─Debemos llegar a la cima del Volcán antes del amanecer, de lo contrario el mecanismo se auto destruirá, no tenemos tiempo que perder. ─ le grité a Arnulfo.
Es difícil concentrarse cuando te disparan desde autos sin placas custodiados por la fuerza pública. Las balas dibujaban líneas blancas en la oscuridad de la noche.
─ !Ya entendí¡, ¡Ya sé como funciona este chisme! ─ ahora el cronómetro marcaba 1:06:18.
─ ¿Qué diablos haces con el cableado del auto? ¿Félix?. ─ Me preguntó Arnulfo mientras esquivaba las balas de los agentes, haciendo mi tarea más difícil aún.
─ ¿Estás Listo?, solo tengo que apuntar esta lámpara de mano a los bulbos, y listo…
─ ¿Listo para qué?
Sosteniendo el dispositivo en mis piernas, apunté la lámpara hacia uno de los bulbos, en cuanto la luz lo tocó, el auto fue lanzado hacia la carretera por una gran cantidad de energía, proporcionada por el transformador del penacho que yo sostenía con una mano e iluminaba con la otra.
Nuestros acosadores solo pudieron ver cómo desaparecíamos, gracias a una fuerza que nos arrancó de la escena de la persecución.
Un halo de infinitos dibujos de todos los componentes del auto, de Arnulfo y la expresión de terror que se quedó suspendida millones de veces sobre el asfalto, y mi cara de felicidad por haber entendido como funcionaba el dispositivo, quedaron inalterados flotando en el aire, marcando la ruta que habíamos seguido, los agentes se bajaron de sus autos para observar el fenómeno nunca antes visto, una infinita secuencia de imágenes de luz dorada dibujada en el aire, ahí, flotando inalterada, luz sólida.
─ ¡Imposible! ─ Gritó Arnulfo, mientras el auto apenas se mantenía en el suelo, una llanta reventó por la fricción, yo creí que chocaríamos pero algo inesperado sucedió.
─ Lo puedo controlar Arnulfo, ¡suelta el volante! ─ grité.
Sentí una fuerte conexión entre el Dispositivo, el auto, algo que no logré identificar y yo. Es como si pensara en donde debíamos estar, y ahí aparecíamos, nos aproximamos de prisa a un camión de pasajeros que venía de frente, pero con un solo pensamiento la voluntad del dispositivo, ó la voluntad del auto, ó mi voluntad, o tal vez una cuarta voluntad imperceptible que actuaba sobre ese momento, sobre todos los momentos dibujados nos arrancó del camino, vimos con claridad líneas miles de secuencias dibujadas frente a nosotros, miles de posibilidades, y a la vez una más clara que las demás, mi mente podía predecir cual era la ruta que debíamos seguir para no chocar con el camión de pasajeros, en segundos había quedado atrás ante la mirada atónita del chofer y de la gente que no podía dejar de ver la estela de luz.
El bulbo iluminado por la lampara de mano empezó a resplandecer, absorbiendo toda la energía de las baterías, el coche empezó a des acelerar y mi conexión con el dispositivo disminuyó; el auto no podía más, yacía casi deshecho, humeante con partes fundidas entre si, escurriendo sobre los fierros retorcidos. Bajé con calma del auto con el dispositivo en mis manos, pude ver mi proyección frente a mi, Arnulfo había quedado aferrado al volante, inmóvil, vi como en cuestión de minutos los agentes se lo llevarían arrestado, pero aún no estaban ahí, solo eran los diagramas de la luz, en cierta forma estaba ahí y estaba en el pasado y también en el futuro. Las vibraciones sonoras del dispositivo parpadeaban frente a mis ojos y me recordaban que el tiempo se acercaba, posé la mirada en la estela de mi cuerpo que se encaminaba hacia el cráter, andando al principio, después flotando, las miles de versiones se aglutinaban en un gran momento culminante en la cima del volcán. Era fácil seguir la secuencia de momentos predestinados y a la vez aleatorios, al azar iba seleccionando mi siguiente movimiento, fue divertido, tratar de adivinar que haría mi cuerpo, la otra voluntad se hacía presente en mi conciencia a cada paso, a cada instante como un recordatorio de un todo unificado y divino. El cronómetro marcaba 0:00:11 pero yo ya casi llegaba a la cima en uno de los miles de caminos señalados por la Tetra Voluntad que me guiaba.
Me acomodé el Casco de Bulbos en la cabeza; me suspendí despacio hacia la cima mientras los rayos de sol se abrían paso por las nubes, los miles de cuerpos dibujaban el trayecto en un inmenso símbolo de infinito, hacia atrás y hacia adelante en todas direcciones, como un oleaje de realidad que en un instante es y al siguiente puede ser. Los rayos de luz eran absorbidos por los bulbos del penacho, me gustó ese concepto, Penacho de Energía, ahora entiendo al Ingeniero; al instante el transformador del dispositivo los transmitía a mi cuerpo, a mi conciencia, no se si fue la pureza de los primeros rayos matutinos, pero se sentía diferente, el dispositivo en mi cabeza captaba la energía y la difundía por todo mi ser, mi mente despertaba con el catalizador energético del Penacho de Camarena.
Enseguida todo tuvo sentido, yo estaba hecho de luz, todo estaba hecho de luz, las plantas, el viento, la nieve, un gran fulgor me envolvió, la realidad se desgarró en un haz de luz blanca y cálida de a poco los pliegues se fueron desvelando para mi, se que nadie más lo percibió, no se si el efecto de la gran cantidad de energía digerida en mi cuerpo lo hizo, ó si siempre estuvo ahí. Arnulfo solo alcanzó a ver cómo me introduje a la grieta de luz mientras lo esposaban; yo suspendido en el aire atravesando la ruptura de la realidad.
Del otro lado del resplandor, el Ingeniero Camarena me esperaba.
─ Félix, mi viejo amigo, hace una eternidad que nos vemos! ─ Me dijo el Ingeniero Camarena como si de unas vacaciones se tratara. ─ Lo lograste mi querido Félix, siempre tuve un buen presentimiento de ti. Vamos ─continuó ─ Hay mucho por hacer, hay que decidir cuál es el mejor momento para regresar.
─ ¿Regresar, Ingeniero? ─pregunté sorprendido por su ingenua naturalidad ─
─ Claro Félix, regresar por los demás, regresar por la humanidad.
Volví la mirada hacia el pasado, ó tal vez sería el futuro, y pude ver los miles de diagramas de mi amigo Arnulfo que mucho tiempo después, había regresado al volcán, en algunas versiones de la realidad había alcanzado el cráter esperando encontrarme, debajo de una columna de polvo yacía el dispositivo con los bulbos rotos, sosteniendo el dispositivo en alto gritó:
─ ¡Te encontraré amigo!